Ilusiones Cumplidas.

Este comentario está incluido en el boletin informativo número 9, de marzo del año 2004 y fue escrito por Amalia Rosado Salas.

Quiero expresar con estas palabras, la gratitud que siento hacia todas aquellas personas, que de alguna forma, fueron partícipes en la realización de un sueño.

El 29 de marzo de 2.003 será dificil de olvidar para mí por muchos motivos que intentaré reflejar y describir a través de la escritura. Dos hermanos de la Soledad que desde prácticamente niños se prometieron amor, iban a unir sus vidas en presencia de lo más preciado que para los dos siempre fueron sus TITULARES DE LA HERMANDAD.

Son momentos inolvidables que vienen a mi memoria como necesitados de ser recordados por siempre.

La mirada de mi padre, orgulloso y feliz con su brazo me guiaba con firmeza en mi discurrir nervioso por aquel pasillo interminable. Aquellas lágrimas de emoción de mi único hermano, que sentía la separación por un momento no querida. Mi madre, que con sus sabios consejos, siempre ha sabido guiarme por el buen camino. Mi abuelo Francisco, a quien la mala jugada del paso del tiempo le impidió su presencia, aunque me consta que desde el cielo, y con sus mejores galas como él decía, no perdió ni un solo detalle de todo lo acontecido. Los demás parientes y amigos, que desde mucho tiempo atrás y sobre todo en los días previos hicieron sentirme protagonista y princesa de un cuento de hadas.

La complicidad, la ilusión, la alegría de quien siempre representó y fue respeto, amor sinceridad..., aunque los nervios también fueron fiel reflejo de su comportamiento, pues le inundaba la intranquilidad de continuar sintiendo y haciendo transmitir la misma felicidad del momento, pues en cuestión de minutos pasaría a ser miembro integrante de una familia, a crear la suya propia y como tal, a ser responsable de la misma.

Pero en medio de todo lo explicado, estaba Ella, nuestra madre María Santísima de la Soledad, quien con su manto protector iba a presidir y bendecir aquella unión, como invitada de honor. La ví más radiante que nunca, pues en sus ojos puede apreciar que compartía como buena madre el momento de felicidad por todos vividos.

Gracias por estar ahí, quiero recordar que fue lo primero que pensé al verla.

Gracias porque su mirada me iba transmitiendo paz, serenidad, tranquilidad. Gracias porque el presidir ella el altar y ser testigo de excepción de nuestra unión, es el mayor orgullo que todo buen soleano puede sentir y pregonar.

Te llevo en mi corazón,
te llevo en mi pensamiento
y por eso doy gracias por verse cumplida ésta que fue mi ilusión.
Sólo me queda pedirte, que bendigas nuestro amor,
y que permitas cumplir el deseo de ser madre,
para que desde la cuna, al hijo que tenga
pueda enseñarle a quererte como lo hago yo.


Amalia Rosado.