Con la bendición e imposición de la ceniza comenzaremos el próximo miércoles el tiempo santo de Cuaresma, que nos prepara para celebrar el Misterio Pascual.
Todos somos invitados a la conversión, que no es otra cosa que el cambio de mente, la vuelta de toda la persona, del hombre entero, a Dios.
Nuestra conversión debe comenzar por el corazón.
No se trata de un cambio de atuendo o de una transformación superficial o cosmética, sino de un cambio en profundidad de nuestros criterios y actitudes abandonando nuestras cobardías, nuestra tibieza, nuestra somnolencia, nuestras pequeñas o grandes infidelidades, nuestra resistencia sorda a la gracia de Dios.
El tiempo de Cuaresma reclama también el perdón de los enemigos y la reconciliación con quien hemos ofendido o de quien hemos recibido ofensa, es además un tiempo propicio para practicar las obras de misericordia, tanto corporales como espirituales, visitar a los enfermos, romper la soledad de los ancianos que viven solos, compartiendo con ellos nuestro tiempo, nuestra alegría y nuestro afecto y sobre todo ayudar a los necesitados aliviando el sufrimiento que está ocasionando la crisis económica actual.
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