En aquel tiempo, a algunos que, teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás, dijo Jesús esta parábola:
"Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo; el otro, un publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior:
"!Oh Dios!, te doy gracias porque no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros: ni como ese publicano: Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo."
"Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo; el otro, un publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior:
"!Oh Dios!, te doy gracias porque no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros: ni como ese publicano: Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo."
El publicano, en cambio, se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; sólo se golpeaba el pecho, diciendo:
"!Oh Dios!, ten compasión de este pecador".
Os digo que éste bajó a su casa justificado, y aquel no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido".
"!Oh Dios!, ten compasión de este pecador".
Os digo que éste bajó a su casa justificado, y aquel no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido".
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