
Dieron aproximadamente las dos y media de la madrugada, noche cerrada de otoño.
Griterios, palmas, cánticos, oraciones... Todas ellas manifestaciones del más puro nerviosismo que afloraba por todos y cada uno de los alli presentes, niños, jóvenes, ancianos...
Nadie quería perderse aquel maravilloso momento.
La expectación cortaba la respiración, cuando de pronto sonaron las campanas...
La expectación cortaba la respiración, cuando de pronto sonaron las campanas...
Por fín se abrieron las puertas de tu Casa Hermandad.
Era el preludio de que tu regreso era real y presente.
Lo que sentí al verte de nuevo no lo puedo explicar, pues no podría continuar con la redacción de este humilde escrito.
Todo el dolor y la angustia por tu ausencia de aquellos interminables y polémicos siete meses de espera, se convirtieron en júbilo y paz en un solo instante, cuando pudimos contemplar la única y verdadera realidad, que tu extraordinaria e incomparable belleza no pudo eliminarla el fuego, y que tu mirada profunda y serena penetraba en todos los que alli la buscaban.
Bella imagen de la Virgen de la Soledad en el Altar efímero construido para esta ocasión. La devoción macarena se desplazó a nuestro pueblo en este dia.
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